Por NELSON ENCARNACION
Uno de los temas que más i mpactan en el debate nacional es el llamado “problema haitiano”, cuyas vertientes fundamentales son, en primer lugar, la creciente inmigración de ciudadanos de ese país, y luego el manejo de la frontera y el aspecto delictivo que implica esa movilidad humana sin aparente control. La cuestión haitiana es muy sensitiva, debido a una serie de derivaciones que surgen de ella; y lo ha sido más cuando se le relaciona con el ingrediente político y los intereses electorales. En su momento, las manipulaciones electorales del tema haitiano tuvieron un impacto trascendental, cuando el doctor Joaquín Balaguer—ya fuese desde el Gobierno o desde las escasas ocasiones en las que estuvo en la oposición—lo manejaba como parte esencial de su discurso de campaña como candidato. Y lo fue más aún cuando su contrincante principal era el doctor José Francisco Peña Gómez, líder del Partido Revolucionario Dominicano, primero como candidato en competencia contra el viejo caudillo en 1994, y luego como un adversario por vía de consecuencia, aunque en la lucha formal estaba el doctor Leonel Fernández en 1996. Peña Gómez continuamente fue objeto de ataques infundados sobre de que en un Gobierno que llegase a encabezar se iba a privilegiar de alguna manera a los haitianos, incluso dimensionando los supuestos proyecciones fusionistas que frecuentemente se esgrimen sin que exista una sola evidencia concreta de tales designios. Sin embargo, ha quedado evidenciado que el tema haitiano no tiene un peso importante en el desenlace electoral, si tomamos en cuenta que los partidos que tienen este como su temática casi exclusiva de su discursiva proselitista, no han alcanzado situarse en los primeros lugares de las preferencias. Es decir, el tema haitiano visto desde esa óptica, no da votos o estos no son suficientes para trascender electoralmente hablando. A partir de dichas evidencias no se entiende la razón que motiva la inclusión del tema haitiano como elemento esencial del debate en una campaña electoral, si al final la mayoría de la población terminará votando atraída por otros asuntos que considera de mayor relevancia. Ahora bien, no significa en modo alguno que estamos abogando para que el tema haitiano salga del debate. Por el contrario, es importante que sea confrontado en todas las circunstancias por los principales actores del quehacer nacional, pues de esta manera, si alguien tuviese en mente desviar los intereses nacionales hacia otros senderos, sepa que está siendo observado por el colectivo nacional. Lo que sí está bien sustentado es que por vía de la supuesta fusión no es que se pueden afectar los intereses dominicanos, pues la pregunta es simple: ¿Quién absorbería a quién? Nelsonencar10@gmail.com
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