En realidad, no sé como sucede hoy en las escuelas, pero recuerdo con mucha alegría la celebración del Día del Niño o del Niño Jesús en nuestra infancia en los centros educativos. Me refiero particularmente al caso de Salcedo. Que si mi memoria no me falla, se celebraba el día 21 o 23 de diciembre siempre que no cayera sábado o domingo. Era un día espectacular.
Como en mi pueblo la mayoría de la gente iba a la escuela pública, Escuela Pública Urbana (EPU), la cual contaba con cursos separados para hembras o varones, desde el primero hasta el octavo, no era costumbre, por no decir que estaba prohibido, que los varones visitáramos las aulas de las hembras. Sin embargo, con motivo de la celebración del Día del Niño y las Navidades, se nos permitía visitar esas aulas en un recorrido para ver los arreglos que cada curso realizaba. Ese esperado día, se podía ir sin chalinas o corbatas y con ropa diferente, aunque la mayoría llevaba su mismo uniforme.
Cabe resaltar, que como la educación era prácticamente obligatoria, casi todos teníamos que ir al mismo centro educativo. Y aunque había un colegio de monjas, al cual iban algunas niñas, se puede decir que no había colegios privados como en otras ciudades. Quiere decir, que en la escuela coincidíamos todos sin importar de quien fuese hijo o que trabajo realizaban sus padres. Todos éramos compañeros. Desde los hijos de funcionarios, médicos, abogados, comerciantes, ganaderos, agricultores, zapateros, serenos o chiriperos. Todos.
Puedo afirmar, que en esa época no había grandes diferencias sociales. En las aulas éramos simplemente compañeros. Todos vestíamos igual. Incluso algunos hijos de gente del campo eran muy populares porque siempre traían frutas o dulces que solo se hacían en las áreas rurales.
Pero volviendo al Día del Niño Jesús, debo confesar que cuando pensé escribir sobre este tema, en cierto modo me daba, si no vergüenza, me preocupaba indagar con otros contemporáneos acerca del significado de ese día para ellos. Pero al conversar con amigas y amigos con diferentes ideas y profesiones, me dio la gran satisfacción de que, en vez de avergonzarme por esa infantilidad rememorando ese día, todos, absolutamente todos lo recordaron con gran emoción y me motivaron.
Es más, como no estoy autorizado omito mencionar su nombre, pero una destacada personalidad a quien consulté me dijo, que poca gente lo sabía que de muchacho quedó huérfano y que un día del Niño, en su escuela recibió unos dulces y veinticinco centavos que fueron como un regalo del cielo. Y eso me dio mucha alegría, porque a pesar de las ocho décadas que han soportado nuestros cuerpos y mentes, conservamos esos recuerdos que nos alegraron tanto la vida.
El día del Niño en Salcedo no solo se jugaba, cantaba o bailaba, sino que también nos regalaban golosinas. Que aunque algunos de nuestros papás podrían comprarlas, recibirlas en compañía de nuestros compañeros, compartirlas con ellos, poder vivir esa ilusión del Niño Jesús, ver los arreglos de cada curso como un esfuerzo de alumnos y maestros, no tiene comparación. Que viva el recordado Día del Niño Jesús.
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