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Prisionero del miedo



La curva vital de una persona funciona como un viaje, con atajos, experiencias, vivencias, aprendizajes, adversidades, aciertos, desaciertos que, juntos, construyen rasgos de la personalidad y propósitos de vida.

La crianza, la educación, la socialización con los grupos y las comunidades, van construyendo sistemas de creencias, comportamientos y resultados de vida que, a veces no logramos descifrar de forma consciente ni objetiva, sobre las limitaciones, razones, o los por qué de nuestras prohibiciones, desmotivaciones, miedos, temores al éxito o de falta de logros de vida y de propósito, para fluir en las diferentes áreas.

El miedo se convierte en la actitud emocional negativa de mayor influencia ante el fracaso, a la falta de intento en arriesgarse o de impulso para conseguir lo que se desea en la vida.

Personas académicamente brillantes, el miedo escénico, el temor al fracaso, el tener que exponerse o presentar sus ideas en un grupo, le lleva a abandonar un puesto de trabajo; mientras que otras personas evitan presentarse a una entrevista de trabajo, viajar con un grupo no conocido, conocer nuevas personas, establecer un vínculo duradero; todo por el temor al abandono, al rechazo o sentirse no valorizado o no significativo por las demás.

Sin embargo, el miedo no llega solo, es un aprendizaje social que nos van construyendo en diferente espacio de nuestras vidas: la crianza, la educación, las creencias limitantes y distorsionadas, las prohibiciones temerosas, los mitos y tabús, los prejuicios, los traumas y abusos, las huellas emocionales no resueltas, el temor y miedo al fracaso de forma recurrente, pasar vergüenza o vivir culpas, etc.

El miedo, es la razón y la causa de tantas vidas limitadas, de falta de emociones positivas, de éxito, de resultados tangible y de logros con propósitos de vida.

La psicología del miedo se almacena en las amígdalas cerebrales, se reactivan y pasan a la memoria a través del hipocampo, de ahí al sistema límbico (emociones), para activar el sistema hipotálamo-adrenal, o sea, con el miedo se activa la adrenalina y noradrenalina, el sistema simpático, para la persona sentir la experiencia desagradable: palpitaciones, pérdida del control, mareo y nerviosismo.

Cuando el miedo se adueña de la anotomía emocional, activa los pensamientos parásitos y las personas viven rumiando en su cerebro las experiencias traumáticas no resueltas que les lleva a vivir de forma limitada, pesimista, conformista o conservadora, terminando por convertirse en “prisionero del miedo”.

En los sistemas dictatoriales, en la crianza rígida, en las limitantes socioculturales, y en los modelos de competencia por el éxito, algunas personas temen a los roles del desempeño no cumplido.

Qué hacer con el miedo: motivarse a buscar la ayuda psicoterapéutica, buscar lectura y apoyo psicosocial que sean oxigenante y de crecimiento para desmontar las creencias distorsionadas y limitantes que alimentan el miedo.

Elegir grupos de crecimiento sin actitudes tóxicas, ni prejuiciosas, donde se tolere la diversidad, la individualidad y los hábitos personales.

Para liberar el miedo, hay que identificarlo, ponerle nombre y apellido, las razones y causas, para confrontarlo de forma desensibilizada y progresiva, eligiendo una tarea, un día a la vez, pero ir fluyendo con la vida. La mayor satisfacción de una persona es haber superado sus miedos, temores y limitaciones. Después se sienten las emociones positivas, la sensación de bienestar, de satisfacción y de felicidad positiva.



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