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NOTALGIA: Mi breve visita a la sección 3.4 del Emiliano Tejera

revistalaprensa55


POR RAFAEL SANTOS

Este lunes 16 de marzo, en horas de la mañana, visité el Liceo Emiliano Tejera de Salcedo.  Como sobrecogido por una fuerza interior,  directamente me dirigí al aula donde estaba la sección 3.4 (en aquel entonces Primero Bachiller), en donde entre otras cosas, interactué con los estudiantes que allí estaban.


También con la profesora de turno, una joven mujer que me dio la buena impresión de que ella domina los temas y domina el orden dentro del aula. Ahí mismo me di cuenta, que no todo está perdido.

Sin embargo, de pronto me embargó un rarísimo sentimiento. Mi mente como que se nubló con pensamientos que me convocaron a los recuerdos, a la nostalgia, y poco a poco me llené de una muy profunda y agridulce melancolía  al verme de nuevo en esas paredes de tantos aprietos y recuerdos hermosos. 

Allí y junto a mis entonces compañeros, me vi en las clásicas discusiones estériles, en donde al principio nos mentábamos palabras casi ofensivas en medio de unas disputas que prácticamente no pasaban  de ahí, de simples altercados.

También reímos. Aprendí mucho. Fue en esa inolvidable sección 3.4 en donde tuve mis primeras inclinaciones sentimentales,  pues, fueron en medio de esas cuatro paredes que conocí de cerca lo que fueron mis intenciones de un algo parecido al amor, de ese inmaduro amor que aunque uno no lo quiere admitir a veces nos deja marcado de por vida.

Me vi junto a la inolvidable profesora y muy querida por mí, Nelly Gatón Infante que nos impartía literatura con su delicada caligrafía.  En el pizarrón vi a Laly Canaán llenándonos la pizarra con la clase de Comercio que nos aburría, a Charo explicándonos una matemática rellena de símbolos y V con rabitos que me tenían más que otra cosa, en una eterna frustración al no entender ni pío de dichos símbolos.

Mis recuerdos se poblaron con Bienvenido Núñez de agricultura, José Acosta quien antes de cada clase nos daba unos tibios consejos que hoy que lo analizo, eran puras enseñanzas que en ese entonces no visualizábamos como palabras sabias.

Me vi junto a Gineida Jorge y a Plinio Cabrera, metiéndonos unos diálogos de inglés y francés que al decir verdad tampoco aprendí, más que a recitarlo y embotellármelo para salir del paso.

Recordé a Máximo Lora con su biología, a Carmen Blanco con Ciencias Naturales, en fin, me vi postrado ahí, justo en la segunda fila de izquierda a derecha, en el 5 pupitre detrás de Poli, al lado de José Alejandro y Olga Lidia, y delante de Daniel, quien cuando nos llevábamos los 5 o 10 centavos este último era quien además de a quien escribe, a otros tantos nos subvencionaba en el recreo, para en el colmado de niña y a través de la verja, comprar el clásico mabí de limón con un pan.


En fin, fue una mañana muy nostálgica, en donde la profesora, me pidió que le dirigiera alginas palabras a sus muchachos a manera de consejos; sin embargo y para sorpresa mía, al decir mi nombre pues me di cuenta que era ampliamente conocido en dicho curso, pues, varios de mis libros han sido analizados por los estudiantes, algo que de verdad me llenó de mucha emoción.

No todo está perdido, yo apuesto a esa juventud que se levanta.

Hasta luego.

 

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