Por Rafael Santos
El papel de comunicador es escribir cada día y a través de la palabra sus historias. Para poder hacerlo, se debe cultivar el intelecto. Darles vida a esos pequeños y "muertos" orificios, que en nuestro cerebro navegan por el microcosmo de nuestro subconsciente.
En estos tiempos de una sobreabundancia de los elementos cibernéticos, el romántico sabor y el añejado olor de las amarillentas páginas de los libros, para muchos que incluso comunican y viven de la comunicación (sobre todo la escrita), la lectura se ha convertido, no en un alimento, sino en una tibia obligación que embrutece y embota los posibles conocimientos que estos bien pudieran adquirir.
Quien escribe estas líneas debe confesar que posee un riguroso hábito de lectura, en donde como una auto imposición para el cultivo del intelecto, solo en el 2022 leí 55 libros, entre los cuales prevaleció el tema de la política, una novela, dos libros de cuentos, uno sobre la historia de la Iglesia Primitiva Cristiana y otro sobre la buena redacción periodística.
Debo aclarar, que 25 libros de estos (política) han sido objeto de análisis- críticos-reflexivos, publicados los mismos tanto en este como en otros importantes medios, así como la novela “El Pavor Llegó en un Convertible”, de la célebre escritora Emelda Ramos, y dos de cuentos, el primero, “El Último Día del Otoño”, de José Federico (Chichí) Almonte y “Olor a Tierra”, de mi buen amigo, Francisco (Pito) Ortega Polanco, estos tres últimos oriundo de mi Salcedo natal.
Hago mención de estas informaciones, no para que se me reconozca lo anterior, sino para que esto pueda servir de motivación a esa generación de comunicadores que durante el tiempo de estudios universitarios bien pudieron tomar un libro por insistencia del maestro de turno y leerlo para hacer los típicos análisis que se sancochan, pero que jamás (y en muy raras ocasiones) se interiorizan para tomar lo "aprendido " como una enseñanza de la materia
Confieso ante ustedes, que veo con mucha preocupación a una gran parte de comunicadores, principalmente de la nueva generación, los cuales alejados de la lectura, se estancan ante una sociedad que tiene muchos periodistas, pero que necesita de más periodistas y comunicadores, pero con sentido crítico y una base intelectual cimentadas en eso a lo que muchos les temen, pero que es una necesidad para el enriquecimiento del intelecto: la lectura.
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