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La educación política como base para el desarrollo social


POR RAFAEL SANTOS

Nuestros países, sub desarrollados o llamado también tercermundistas, son los perfectos laboratorios, para si en verdad aquellos que se precien de llamarse como tales, puedan unificar criterios, y en base a lo que la misma ley, (en nuestro caso la 3318, Sobre Partidos, Movimientos y Agrupaciones Políticas), iniciar un venturoso proceso de cara a lo que bien podría ser una correcta educación y formación política.

Como expresáramos en líneas anteriores, la citada ley en su Capítulo IV, Sobre la Educación Política y a través de sus  artículos 34,  35, 36, 37, 38 y 39, con sus párrafos y especificaciones, los cuales ni por asomo se llevan a cabo; debe ser el grito de guerra  de las bases de los diferentes partidos y /o movimientos o agrupaciones que en términos políticos, buscan hacer un papel más o menos elegante de cara al desarrollo de la nación.

Entendemos pertinentes que los partidos políticos, o mejor dicho la dirigencia baja y media (las bases) que masacradas subyacen bajo las ergástulas de los que más tienen poder al interior de estos, deben de crear una especie de amotinamiento moral, para que en sus respectivas parcelas se provean los fondos especificados por la misma ley (artículo 38), para que así esas bases, las cuales  se mantienen en el más ruin oscurantismo y que ansiosa necesitan saber cuáles son sus deberes y sus derechos en cuanto a educación y formación política se refiere.

Cuando hacemos un buen uso de la política y los partidos se ocupan de educar en estos términos a su membresía, quienes a final de cuenta podrían salir gananciosos, serán las mismas sociedades, las cuales todavía confían en su sistema de partido.

Sin embargo, es justo decir además, que estos se encuentra bajo constantes amenazas por su resquebrajamiento ante la inercia y la escasa inteligencia política-emocional que pululan como fantasma a lo interno de esas organizaciones, y las que más que partidos, la gran mayoría de estos, son una especies de corporaciones al servicio de ciertas elites; esas que se crean para lograr fines particulares, pero jamás, para el propósito primordial que es servir de canalizadores y así buscarles las solución a los graves y grandes problemas que enfrentan nuestros países tercermundistas.

Las sociedades se desarrollan en base a propuestas y proyectos que tienden a constituirse en fieros pilares del sostén de las comunidades, y esto a su vez, solo puede ser posible, si los mismos partidos invierten lo que por la misma ley dictan los artículos señalados en párrafos anteriores.

Es por ello la importancia de la educación política como base para el desarrollo social, pues es a través de esta por donde circulan aquellas potencialidades que los pueblos necesitan, y más que eso, que nuestros conglomerados visualizan como agentes para producir los necesarios cambios para el impulso colectivo.

Pues, sin una efectiva educación de esta noble ciencia para nuestras sociedades, las mismas sociedades prácticamente se convierten en agentes parasitarias solo al servicio de los intereses de los grupos que dirigen los partidos de nuestro sistema, algo verdaderamente lastimoso para aquellos países que como el nuestro necesita con urgencia este vitamínico integral para el fortalecimiento  de nuestros pueblos.

 

 

 

 

 

 

 

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