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La comunicación de la intrascendencia: chercha, populismo y “funcionarios” públicos

Tras el retiro de la reforma fiscal, el país experimentó un vacío, donde la incertidumbre se impuso. ¿Y ahora qué? Era la pregunta habitual en la ciudadanía.

Se supone que ese vacío debía ser llenado con información certera, planes nuevos y concretos que inyectaran de optimismo. Sin embargo, en la narrativa oficialista prosiguieron una serie de anuncios que generaron controversias: la circular del MAP, el nuevo decreto de Carlos Pimentel, involución del lío de La Vega, entre otros.

En ese contexto, complejo y difícil por demás, resulta incomprensible observar a altos funcionarios, desenfocados, dedicándose a frivolidades en redes sociales, como si sus cargos fueran simples plataformas de entretenimiento y les interesara más conseguir “likes” que gobernar bien y solucionar los problemas de la gente.

De ahí que su prioridad sea compartir “videítos” de sus rutinas cotidianas, trivializando la seriedad de sus posiciones, en lugar de hacer una comunicación de altura que tenga como base dar respuestas a las demandas de la población.

Para muestra tres botones. Un vídeo del ministro de la Juventud comiendo pan con aguacate. ¿A quién le importa qué desayunó o si él es fan de los aguacates? ¿Qué le aporta a la ciudadanía esa información? ¿Cómo resuelve esto el desempleo y falta de oportunidades de la juventud?

Otro ejemplo: la Cámara de Cuentas. En momentos en que se apresta a otro cierre de gestión sin satisfacer las expectativas ciudadanas en relación a la fiscalización de los recursos públicos, circula un video en redes sociales de algunos de sus funcionarios nada más y nada menos que haciendo bailecitos en la institución.

Por último, pero no menos intrascendente, varios videitos del director de la CAASD haciendo muecas para ponerse “serio” y “chistes” malos sobre el agua, sin tratar los problemas fundamentales de abastecimiento y potabilidad.

Esta superficialidad no es nueva. Ya en la década de los 60s de manera preclara Guy Debord advirtió de la “sociedad del espectáculo”. Ese mismo fenómeno ha sido criticado en contextos más modernos por autores como Vargas Llosa y Bauman, quienes hablan de la civilización del espectáculo y de las sociedades líquidas.

Parafraseando a Debord, para algunos políticos dominicanos, el tema central es el afán por representar lo que se hace, pero no ser ni hacer. Representar en las redes que son, que hacen, pero en realidad en base a contenidos como estos, no están haciendo.

Eso ni es política ni es comunicación, es simplemente populismo digital y el norte de la acción política no puede ni debe ser la búsqueda de “likes”.

No me malinterpreten. Claro que las personas tienen derecho a divertirse y a botar el golpe, pero hay prioridades y espacios para cada cosa. Mi preocupación es que cada vez más instituciones y funcionarios dedican más tiempos y recursos a la comunicación de la intrascendencia y pierde espacio la comunicación que debe garantizar el derecho fundamental a la información que tiene la ciudadanía, base de la toma de decisiones correctas y oportunas, pero también, de la garantía de derechos, que es la macrofunción del Estado.

El Gabinete tiene que enfocarse y ponerse serio. No todo puede depender de la figura y de los números del Presidente.

Si un funcionario prefiere entretener a informar, está fallando en su deber. Su prioridad debe estar en construir y ejecutar políticas públicas, no en presentar “shows”.

No olvidemos que la comunicación es poder y una comunicación torpe sólo se traduce en un ejercicio torpe del poder. Cuidadito, compay Mon, cuidadito.


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