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'Fuego en la garganta', finalista del Planeta

 La historia de una niña abandonada con poderes


Por Aloma Rodríguez

Fuente externa

Beatriz Serrano (Madrid, 1989) resultó finalista del Premio Planeta con Fuego en la garganta, la segunda novela que publica, después de El descontento (Temas de hoy, 2023). La novela con la que ha ganado 200.000 euros y ya debe de llevar vendidos los mismos ejemplares, se corresponde, en su lectura más generosa, con lo que todo el marketing y promoción de la novela lleva a pensar: comida rápida con los ingredientes solicitados para satisfacer a lectores en masa.

La protagonista es Blanca, niña de provincia en la Valencia de los noventa, cuya madre se va de casa. Blanca crece a la vez que internet: se hace amigas en un chat, cuatro chicas, aunque una de ellas resulta no ser quien dice. Blanca se siente "diferente", no sólo en los gustos musicales y literarios, también cree que tiene un don y que mató a una niña de su cole que se burló de que su madre la hubiera abandonado: Blanca le deseó una muerte dolorosa y la niña murió de leucemia

Fuego en la garganta tiene tres partes y un epílogo; la primera llega hasta que Blanca cumple la mayoría de edad y recibe entonces noticias de su madre; la segunda es el diario de la madre, una especie de confesión a su psiquiatra; la tercera se convierte en una road movie en la que Blanca trata de controlar su don para hacer el bien mientras va hacia el encuentro de su madre en el sur de España.


El libro es previsible en todos los temas, una novela hecha con escuadra, cartabón y tiralíneas, con elementos pop, en la que se citan escritores y escritoras como George Orwell o Jane Austen, que inspira el nombre del blog que Blanca se abre y películas como La naranja mecánica -cuyo origen literario Blanca conoce-. Esas menciones producen la misma respuesta que ver una camiseta de los Sex Pistols en Primark.

En la tercera parte, quizá sí hay un tímido intento de alejarse de un relato impostado, aunque el resultado tampoco es especialmente feliz. Los lugares comunes, tanto en las ideas como en la expresión, abundan en el libro; son todo concesión al lector, que puede recibir un montón de palabrería hueca que refuerza su imagen del mundo. Con todo -estoy casi segura, salvo despiste, de que este es el único conector que no aparece en el libro, que está llenito de ellos-, cuando intenta apartarse del convencionalismo tiene la fluidez de una rueda cuadrada. Sin duda, como diría Serrano, no soy lectora para este libro.


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