Por FAUSTO PIÑA
La persona de Jesucristo ha sido negada por los judíos como su Mesías, al que ellos han esperado. Esto ha afectado en gran manera al mundo, ya que, siendo que Jesús era judío, debieron ser ellos los primeros que lo aceptaran y lo dieran a conocer al mundo. Sin embargo, esto no sucedió de la manera esperada, ya que ellos lo prendieron y lo acusaron como un engañador, ante el imperio, en la autoridad de Poncio Pilato.
Los que estaban llamados a interpretar las profecías del Antiguo Testamento, que hablan sobre el Mesías, eran los escribas, interpretes de la ley, y los principales sacerdotes del judaísmo. Sin embargo, la presencia de Jesús, desde el principio de su ministerio, fue en conflictos con ellos, debido a que éstos se habían apartado del espíritu de las profecías. Hay que decir, que ellos no lo hicieron intencionalmente, sino por error.
La vida del pueblo judío, desde su llegada a la tierra de Canaán, fue de situaciones difíciles, como fue la división del reino en dos partes, norte y sur. Además , fueron llevados cautivos por Nabucodonosor a Babilonia, durante setenta años. Esto afectó muchos aspectos: social, económico, político, también religioso. Pensar que todo iba en línea recta, no es lo mejor, debía haber otras preocupaciones más importantes para las autoridades religiosas judías.
La llegada de Jesús fue en un tiempo en que había una expectativa de que el Mesías se manifestaría con fines más políticos que religiosos, puesto que Judea, era una provincia romana. Por eso, se considera que ellos prefirieran que soltaran a Barrabás, antes que a él. Jesús no representaba políticamente los intereses de las autoridades judía: estaba de acuerdo con el pago de los impuestos y sus doctrinas eran de amor, humildad y paz.
Sin embargo, el pueblo llano sí, tenía una expectativa del Mesías, con fines religiosos. Jesús ve en ellos que sí, que éstos podían entender su persona, obras y misión. En tal virtud, no dudó en llamar a pescadores, a enfermos, a pobres, es decir , comenzó a identificarse con los menos importantes de la sociedad. Multitudes, de miles de personas andaban detrás de él. y casi nunca lo dejaban de buscar de noche o de día.
Dios había profetizado en el Edén que la simiente de la mujer iba a destruir a Satanás y su simiente (pecado), debido a la enemistad que pondría entre ambos, Gén. 3:15. La sabiduría de Dios, le llevó a usar la mujer para que, a través de ella traer al Cristo o Mesías, devolviendo por medio ella, el mismo dardo encendido. Por eso, el profeta Isaías dijo: «Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel,» Is. 7:4.
Jesucristo, interpretó algunas profecías, como Is. 61:1, 2, diciendo: «El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor». Por tanto, dijo: » Hoy se ha cumplido esta profecía delante de vosotros» Lc. 4:17- 19, 21.
La mayoría de las profecías simplemente fueron aplicadas a las circunstancias que vivió Jesús, en el cumplimiento de ellas. mientras que otras, las interpretaron sus discípulos con la ayuda del Espíritu Santo. La pregunta del momento sería, ¿por qué los principales sacerdotes no interrogaron a Jesús sobre su linaje, lugar de nacimiento, condición de su madre, la realidad de su padre, en qué lugares había vivido desde niño? Hubiesen encontrado que Jesús es el Mesías, a quien ellos esperaban.
Sin embargo, los apóstoles que eran judíos, los ciento veinte, los como tres mil del día de pentecostés, los primeros convertidos en otros lugares, generalmente, eran judíos. La realidad es que Jesucristo es ese Mesías, que nuestros amigos israelitas esperan. No hay ninguna duda, y ahora tenemos un Salvador, que es Cristo, el Señor, en todas las naciones. Si usted quiere recibirlo, es en Jesús que se cumple la profecía dada a Abraham: » En tu simiente serán benditas todas las naciones, por cuanto obedeciste a mi voz» Gén. 22;18.
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