Los recuerdos de su infancia son como un guión de película que tiene de protagonista a una niña que llega a la ciudad de Santo Domingo en el año 1974, desde un campo de San Juan de la Maguana, que junto a su familia se instalan en una de las casas en las laderas del río Ozama en La Ciénaga ahora llamado el Nuevo Domingo Savio.
Su madre, que para ese entonces trabajaba como doméstica para una familia en una de las casas de Los Guandules, decidió comprar esa propiedad para traer a sus hijos a Santo Domingo.
Con serenidad y melancolía Isabel Florentino comienza a narrar su historia de vida, dice que desde los 7 años de edad ha sido testigo de cómo las aguas de ese río, ahora en calma, cuando llega la lluvia sube con la furia de un monstruo indetenible.
Recuerda con mucha precisión el momento justo que entró el catastrófico ciclón David de categoría cinco aquel 31 de agosto de 1979. “Muchas casas de aquí fueron destrozadas por la furia de sus vientos. Nosotros nos refugiamos en el Domingo Savio y duramos como ocho días fuera de la casa porque penetró el río y cuando retornamos no tenía zinc y lo poco que teníamos lo perdimos”.
Tampoco olvida la tormenta tropical Frederic que encontró una ciénaga con las casas destechadas y cientos de damnificados que, como ellos, tuvieron que refugiarse en albergues improvisados.
Así continúa narrando todos los fenómenos atmosféricos que han pasado por esta isla desde esa fecha y que, para ellos, al igual que los miles de familias que habitan en ese lugar ha sido una terrible pesadilla.
Es importante señalar que cuando llegaron a La Ciénaga, hace más de 50 años, la situación era peor porque las calles estaban llenas de lodo y la contaminación del río era evidente, pero ahora el entorno se ve mucho más limpio con calles asfaltadas, polideportivo y un muro que sirve de división entre el río y las casas aledañas.
Estas obras son parte del proyecto que inició en 2017 la Unidad Ejecutora para la Readecuación de los Barrios y Entornos (URBE) que incluye la reubicación de alrededor de 1,400 familias que residen en zona inundable de La Ciénaga y Los Guandules.
Respecto a este plan Isabel comentó que se le informó que esa línea de casas donde ella vive sería desalojada para realizar una avenida que conectaría con el teleférico. “Hemos sido censados varias veces para desalojarnos, marcaron las casas con un spray sin pedir permiso, yo no le creo porque siempre nos engañan”.
De igual manera denunció que los gobiernos siempre intentan desalojarlos. “Empiezan a desalojar, sacan a la misma gente, pero vuelven y se meten, ahora como necesitaban el espacio entero se llevaron toda la franja delantera, pero nunca han desalojado el barrio completo”.
Pese al peligro que representa vivir en esas condiciones, Isabel pone sus condiciones para ser desalojada, “depende si me llevan de mi casa para otra lo acepto, lo que no me gustaría es que me den dos o tres pesos que se me va en comprar un solar y me quedo en el aire porque no tengo con que construir”.
Más allá de los riesgos que tienen con el río ahora su mayor temor es la delincuencia. “Tenemos que tener la puerta cerrada todo el día porque los tigueres hasta por un celular nos amenazan con pistola”.
Actualmente, Isabel tiene 58 años de edad y continúa viviendo en la misma casa con su mamá de 94 años que está postrada en cama por un ACV que le dio hace tres años.
Ella es una de las tantas madres solteras que tuvo que trabajar muy duro para poder criar a sus hijas. “Antes yo estudiaba, pero me tocó una pareja con la cual no me fue bien, tuve que dedicarme a criar mis tres hijas yo sola trabajando en casa de familia”.
Al cuestionarle en torno a ¿Cuáles son sus fuentes ingresos?, me dice que tiene una tarjeta de solidaridad y una de sus hijas que es profesora le da cuatro mil pesos mensuales, además su hermano que está en Estados Unidos le envía doscientos dólares para los medicamentos de su madre que son muy costosos.
Cañada Bonavides
A pocos metros de distancia de la casa de Isabel está la cañada Bonavides, la cual por el paso del fenómeno atmosférico del inolvidable 18 de noviembre provocó que más de mil viviendas fueran inundadas por aguas negras.
Esta cañada nace en la llamada Loma del Chivo en el barrio de María Auxiliadora y recibe todo el vertido de residuos sólidos y aguas residuales de los barrios aledaños producto de la inexistencia de una red colectora local. Estas descargas van directamente al río sin ningún tipo de pre-tratamiento, contribuyendo de forma intensiva a su contaminación.
Justo ahí tiene su casa José Mariñez un anciano 74 años de edad que se dedica a recolectar botellas en las calles de Santo Domingo.
Con una memoria envidiable recuerda que vive en ese lugar dese el 29 de mayo de 1972, a pesar de haber experimentado varios fenómenos atmosféricos, dice no le teme ni a la furia del río Ozama ni a los peligros de la cañada. “No me quiero ir de aquí porque es lo que tengo, pero si ellos necesitan el terreno hay que ceder como quiera, siempre y cuando me paguen por mi casita”.
Otra de las historias que conocimos fue la de la joven Blademira Lagares, que al igual que Isabel, es oriunda de un campo de San Juan, es madre soltera de dos niñas y viven en situación de hacinamiento, precariedad, insalubridad y miseria extrema.
Nuevo Domingo Savio
Aunque este es el nombre oficial popularmente está conformado por dos barrios que comparten el territorio de La Ciénaga y Los Guandules.
Está dentro la circunscripción 3 del Distrito Nacional, en la cual se concentra la mayor cantidad de población y densidad de todo Santo Domingo. Según se estima en los datos de la Oficina Nacional de Estadística (ONE), el conteo de viviendas informales ronda las 12 mil unidades, para una población de entre 60 mil y 85 mil personas.
Además del evidente hacinamiento, uno de los mayores problemas de este lugar es el manejo de las aguas residuales, la Cañada de Bonavides, según estudios del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos naturales es una de las cuatro cañadas que tiene mayor impacto negativo de arrastre de basura.
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