Diómedes Núñez Polanco
La misión diplomática que el Gobierno Provisorio de la Restauración le encomendara a Juan Pablo Duarte, el 22 abril de 1864, quedó finalizada el 7 de marzo de 1865, de acuerdo a la carta de esa fecha enviada por el patricio al general y poeta Manuel Rodríguez Objío, ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno de la República en Armas:
“No puedo menos que decir a usted que mis poderes finalizaron, con el cambio ocurrido el 17 de octubre (en realidad, fue el 10 de octubre) y próximo pasado, como ministro plenipotenciario de la República Dominicana, etc., (…)”.
Con relación a esta carta, el historiador Orlando Inoa afirma que “el contacto ( de Duarte) con el país era tan pobre, que esa misiva estaba dirigida a un Gobierno que ya no existía desde el 23 de enero (1865)”. Tras el golpe de Estado de Pedro Antonio Pimentel contra Polanco el 23 de enero (1865), Benigno Filomeno de Rojas pasó a encargarse provisionalmente del Poder Ejecutivo y Theodoro Stanley Heneken fue designado ministro de Relaciones Exteriores.
En esa carta Duarte responde correspondencias y otros temas relacionados con sus funciones oficiales, pero lo trascendente lo constituyen sus reflexiones y juicios políticos; con razón, esa misiva ha sido considerada como su testamento político. Después de su Proyecto de Ley Fundamental, escrito entre marzo y junio de 1844, es su texto más extenso, y su manifiesto más importante y de mayor contenido en la etapa post independencia.
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Aunque aceptó el cargo diplomático muy a su pesar, el Padre de la Patria lo asumió con la pasión que cubrió siempre su accionar público y privado.
Se destaca aquella colecta pública entre venezolanos. La parte del dinero que no pudo enviar a la revolución, fue devuelta a los contribuyentes. Entre los que aportaron económicamente para la causa nacional figuró el fotógrafo caraqueño Prospero Rey, quien tomó en 1873 la única foto conocida del Patricio.
En la homilía que pronunció ante sus restos, el 27 de febrero de 1884, llegados desde Caracas, Fernando Arturo de Meriño evocó su tiempo en la guerra restauradora:
“Su inesperada presencia en el Cibao, en el teatro sangriento de la titánica lucha que habían empeñado los indómitos batalladores de la Restauración, sobre las cenizas humeantes aún de la heroica ciudad del Yaque, impresionó como présago feliz y saludose en su aparición la resurrección de la patria.
“¡Conmovedor y edificante ejemplo de civismo! ¡Oh! ¡Cuánto se engrandece Duarte por este solo acto!”. En su citada carta del 7 de marzo (1865), el fundador de la República reitera su vocación de combatiente y patriota:
“(…) si después de veinte años de ausencia he vuelto espontáneamente a mi Patria a protestar con las armas en las manos contra la anexión a España llevada a cabo a despecho del voto nacional por la superchería de ese bando traidor y parricida, no es de esperarse que yo deje de protestar (…), no digo tan sólo contra la anexión de mi Patria a los Estados Unidos, sino a cualquiera otra potencia de la tierra, y al mismo tiempo contra cualquier Tratado que tienda a menoscabar en lo más mínimo nuestra Independencia Nacional…”.
Colofón: Dada la importancia y lo poco conocido por el gran público de este capítulo de la historia nacional, sugerimos que la Academia Dominicana de la Historia organice un seminario o simposio en el que sobre él se pueda profundizar y reflexionar
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