Aída nació en Venezuela, pero reside en la República Dominicana desde 2014, donde comenzó a publicar sus textos en blogs personales y lanzó su primer cuento infantil ilustrado “El árbol más grande del mundo”. Ella disfruta compartir con los niños, escuchar sus ocurrencias y conectar con su energía, considera que por medio de la literatura también puede acercarse a ellos y tratar de brindarles un tiempo de lectura entretenida de la que puedan surgir espacios lúdicos para pasar tiempo en familia, conversar sobre la historia y quizás encontrar respuesta a algunas de sus inquietudes. Actualmente, Aída trabaja en una colección de cuentos en verso para edades pequeñas sobre los efectos del cambio climático, y comenzó un grupo de relatos para distintos públicos ambientados en la Navidad, entre otros.
Que los niños tengan la oportunidad de conocer el mundo más ampliamente, desde cómo funcionan las cosas que dan sentido a su día a día, hasta cómo se interrelacionan las personas. Esto los ayuda a convertirse en seres más empáticos con su entorno y conlleva al compromiso social en edades adultas, a que sean partícipes de los cambios o de los aportes que necesitemos como sociedad. Además, el fomento a la lectura contribuye a reducir el analfabetismo en la población, porque a un niño interesado en las historias y en el conocimiento general que hay en los libros se le hace más fácil –y disfruta– aprender a leer y a escribir.
Influye positivamente en varios aspectos. Un niño que se relaciona con la literatura, inicialmente a través de la palabra hablada por un mediador, luego por su propia curiosidad e interés con el libro objeto, la lectura de todo tipo de textos, historias o cuentos, suele despertar prontamente habilidades emocionales y socioafectivas, de comunicación verbal y escrita, mejora su capacidad de comprensión en los estudios y favorece su pensamiento crítico. Los libros son ventanas para mirar al mundo y reconocernos como parte de él; también puertas para entrar un poco más conectados o en sintonía con las distintas realidades.
Aída Magallanes aspira a que los niños tengan la oportunidad de conocer el mundo más ampliamente.
No recuerdo uno en específico. Reconozco la literatura en mi infancia desde el cuento canción, la voz melodiosa de mi madre para ayudarme a conciliar el sueño o aliviar el dolor de una herida de patio, narrando la historia de perros de terciopelo, palomas con pico azul y ángeles ratones. Desde pequeña fabulo la vida porque crecí rodeada de música, sigo prestando mucha atención a las letras a la caza de un buen relato y con mi papá componía canciones al ritmo de instrumentos de cuerdas. Gracias a la música folclórica conocí las primeras leyendas y la poesía en la estela plateada de un caracol cuando cae el sol. Todo esto marcó mi infancia porque me permitió soñar y me hizo más sensible a los detalles.
para adultos?No creo que sea más fácil, todo lo contrario. Los niños son personas en constante crecimiento y desarrollo cognitivo, esto hace más complejo para un adulto tratar de entender sus formas de pensar, de expresarse y de interactuar con su entorno; así como sus gustos e intereses en cada etapa. Acercarnos a un niño desde la literatura pasa por un proceso de reconexión con ese niño interno que todos tenemos, más esto requiere de mucha intención de desapego personal para poder salir por un momento de ese laberinto de la adultez que ya nos habita. Y esto implica enfrentamos a criterios propios, normas sociales y una serie de lógicas/ilógicas que buscan imponerse –muy propio del adulto– en vez de proponerse desde la mirada infantil.
Sí. Las primeras literaturas fueron una recopilación de las historias de tradición oral de nuestros antepasados. Muchos textos solían hacerse para advertir a los niños de un peligro real de manera que les causara temor o bien para aleccionar mediante graves consecuencias los comportamientos inapropiados de un personaje. Esto en parte era un reflejo de realidades históricas como la guerra, grandes segregaciones raciales o religiosas, así como de formas de crianza ortodoxas. Hoy en día vemos versiones de esos cuentos clásicos, relatos y novelas contemporáneas que llevan el mayor foco de atención del niño o joven lector hacia la esperanza de vida, segundas oportunidades, nuevas formas de inclusión, entre otros aspectos positivos de la realidad aunque sea dura o poco favorable en algunos temas abordados.
Suelen ser temas delicados de tratar con los niños y jóvenes como el divorcio de padres, la muerte de familiares o mascotas, tipos de discapacidades, sexualidad, así como temas controversiales en la sociedad que los involucren y afecten directamente: embarazo, secuestro, guerras, abusos y discriminaciones de cualquier tipo.
Aída considera que los niños son personas en constante crecimiento y desarrollo cognitivo.
Si existieran, sería difícil generalizar cuáles son. La censura surge desde los propios colegios, instituciones del Estado, asociaciones privadas o sin fines de lucro que sirven de promotores y mediadores de la lectura a gran escala o a determinados grupos. Y responde a criterios o intereses de orden social en un determinado momento o circunstancia. Habría que indagar en nombres o listas de títulos y temáticas acotados por país y por año para hacernos una mejor idea del mercado local e internacional. Los temas tabúes son más susceptibles de ser censurados o historias que muestran detalles de la realidad de una forma cruda o desagradable.
Todo aquello que no sea para mejorar la vida del niño, potenciar su imaginación, afianzar sus sueños y transmitir valores educativos –evitando adoctrinamientos– debería quedar por fuera de la literatura infantil y juvenil. Hay temas del mundo adulto (política, intereses económicos, ideologías, grandes miserias humanas – violencia, adicciones y más–) que no son aptos para las edades más cortas. Y los temas delicados ameritan de mucho tiento y acierto en el manejo del lenguaje para transmitir mensajes positivos y útiles, lejos de generar confusión o preocupación en esa etapa inicial del crecimiento y desarrollo humano. Por último, algo vital en LIJ está en la forma de contar. Se debe echar mano a lo creativo y a lo lúdico; la trama de una historia debe ser interesante y emocionante: ¡qué dé ganas de releer!
“Hoy en día vemos versiones de esos cuentos clásicos, relatos y novelas contemporáneas que llevan el mayor foco de atención del niño o joven lector hacia la esperanza de vida”.
“Reconozco la literatura en mi infancia desde el cuento canción, la voz melodiosa de mi madre para ayudarme a conciliar el sueño o sanar el dolor de una herida de patio”.
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